viernes, 17 de julio de 2009

Reseña: La estación de la calle Perdido (China Mieville)

Jorge Luis Borges escribió un magistral relato fantástico llamado "El libro de la arena", en el cual da cuenta de un volumen cuyas páginas eran infinitas, y todas y cada una de las hojas eran únicas e individuales. "La estación de la Calle Perdido" tiene en común con el libro de la arena borgiano esta característica: que uno lo puede coger por cualquier página con la seguridad de que esta página es única e irrepetible, en el sentido que tiene valor por sí misma. Quiero decir, el libro es tan bueno que cualquier cosa que uno lea de él tiene un sentido, provoca una emoción en el lector. Como los cabalistas decían de su libro sagrado, hasta la última coma tiene un sentido, aunque sea oculto.

La mención a la cábala, es decir, al esoterismo hebreo, no es gratuita. En esta novela, se funden la ciencia y la magia, el retrato social a lo Dickens y la biología, la imaginería de las películas de monstruos japonesas con la acción de las películas de gangsters norteamericanas.... unidos en un Todo que funciona, aunque parezca imposible.

La novela es extensa, pero no aburrida. Hacer una reseña de la misma es relativamente difícil, por que lo que para mi pudiera parecer irrelevante respecto al develamiento de la trama, para otro lector podría ser el dato que hubiera querido descubrir por sí mismo. Así de "plena" es ésta novela.

Tanto los protagonistas como la ciudad en la que transcurren las acciones merece un estudio propio. Estoy seguro que en un futuro cercano, Nueva Crobuzón será un referente para el mundo de la ciencia-ficción y la fantasí, como el Macondo de Gabriel García Márquez lo es para la literatura mainstream. Nueva Crobuzón no está en la Tierra, pero es una ciudad muy terrestre a su manera, con sus instituciones de gobierno, fuerzas de seguridad, políticos corruptos, bandas de criminales, estudiantes universitarios expertos en magia, seres de otros mundos (kephri, vodyanoi, garuda, cactos) y de otros ámbitos (la Tejedora, el Embajador del Infierno)... Las páginas en las cuales aparecen cada uno de los mencionados no tienen desperdicio.

Se puede decir, y esto es simplificar demasiado, que la novela tiene dos partes: en la primera, Isaac Grimnebulin, estudiante universitario, recibe la visita de un ser pájaro que desea volver a volar. Mientras tanto, LIn, su novia kephri (un ser que del cuello para abajo es mujer, y del cuello para arriba un escarabajo completo) es contratada por un extraño criminal para que le haga una estatua con la saliva que las kephri segregan... Mientras Isaac investiga cómo hacer que Yagharek, el ser-pájaro que ha contratado sus servicios, pueda volver a volar, aparece un paquete conteniendo algo que será la clave de un horror que todos hubieran preferido no conocer.

Precisamente, esta característica hace que no se pueda avanzar más en una reseña, pues contar algo más significaría quitarle todo el misterio a la novela. Sólo diremos que para enfrentar ese horror, se buscará recurrir a seres tan extraños como el Embajador del Infierno (un demonio que, efectivamente, es el representante diplomático del mundo de las almas condenadas) y la Tejedora, un ser que podría formar parte tanto de una novela de horror, de una novela de ciencia-ficción hard o de un cuento infantil...

Uno puede leer esta novela desde cualquier punto de vista. Tanto como la trama, valen las descripciones de la ciudad, al punto que también se puede leer como una "guía de la ciudad de Nueva Crobuzón". Cualquier punto geográfico de esta megalópolis imaginaria es fascinante: los edificios públicos, el domo en el que moran los cactos, el barrio de las kephris, las residencias de los personajes, las referencias a la prensa escrita... al igual que "Rayuela" de Julio Cortázar, esta novela puede leerse de muchas maneras (¿lo he dicho ya?).

En toda esta construcción fantástica, hay un lugar que, irónicamente, no nos suena tan fantástico a los peruanos. La estación de la Calle Perdido es la estación de un tren que no lleva a ninguna parte, pero que cuando se construyó, se pensó que llegaría a algún sitio... Esta descripción aparentemente absurda nos recuerda a esos puentes de cemento que nunca sustentaron las vías de un tren eléctrico que nunca funcionó (salvo en un tramo de unos 10 kilómetros), producto de la gestión de un ex - presidente del Perú que amenaza con volver... y cuando eso suceda, no habrá quien nos pueda salvar.

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