viernes, 17 de julio de 2009

Cuento: El camello (Carlos Bancayán)

EL CAMELLO

En los Estados Unidos, un sabio industrial, al notar que su más hábil científico se tornaba cada vez más tozudo y competitivo, quiso probar su capacidad, así que un día lo llamó y le dijo:

- Vea, Wilson. Me estoy poniendo viejo ya, y como soy rico, temo no poder ingresar al Reino de los Cielos cuando me muera, pues la condición que para ello puso Jesús fue que primero pasara un camello por el ojo de una aguja. Precisamente un amigo que tengo en Arabia me ha regalado un hermoso camello que he puesto en un lugar preferente de mi zoológico particular. Y como usted es talentoso, deseo encargarle llevar a cabo la tarea, desde luego por medios científicos. Disponga de todo el dinero, laboratorios y técnicos que necesite y abóquese a tiempo completo a hacer pasar el camello por el ojo de la aguja. Cuando lo logre, le regalaré a usted mi posesión más preciada, como recompensa.

A Wilson aquello le pareció una chifladura, pero conociendo que su jefe era excéntrico, y como él precisamente se hallaba estudiando la disgregación de la materia con ayuda de rayos biónicos, aceptó pensando: "Sin duda quiere probarme para saber si doy digno de que me dé sus laboratorios, instalaciones y plantas para la investigación de la antimateria. Deben constituir su posesión más preciada".

Y se abocó a la tarea.

Al cabo de tres años de ardua labor e incontables experimentaciones, comunicó al ya muy viejo hombre de industria:

- Todo está listo, señor. Haga traer el camello, lo colocaremos en esta cámara y al presionar usted este botón, el cuerpo del animal se desintegrará y, convertido en energía luminosa, pasará como un finísimo haz por el ojo de ésta aguja, recomponiéndose después gracias a un reflector parabólico que volviéndolo a concentrar, lo reproducirá sin que sufra ningún daño.

Se hizo así, luego de lo cual el viejo dijo:

- Lo felicito Wilson, por su talento. Ahora le daré mi posesión más preciada: este hermoso camello.

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